
Éste fenómeno es equivalente a lo
que ocurre con el reforzamiento, mismo que aumenta o disminuye la frecuencia de
una conducta dependiendo de su adecuada aplicación, por lo tanto, el
reforzamiento y el castigo funcionan, aunque podría decirse que son términos opuestos.
Aunque la diferencia entre el reforzador y el castigo radica en que uno aumenta conductas y el otro las disminuye o debilita, tienen en común que ambos tienen mayor efectividad cuando se presentan de manera inmediata al presentarse la conducta, siendo más eficaces cuando son intensos o se aplican en mayor cantidad de manera impredecible o intermitente.
Sin duda el castigo puede usarse
para producir efectos poderosos y duraderos sobre la conducta, sin embargo, eso
no quiere decir que debamos hacerlo. Es necesario considerar otras cuestiones
acerca de cuándo y dónde usar el castigo.
¿Es inmoral el uso del castigo?

Por ejemplo, está el caso de Pedro:
Para castigarlo, su madre lo
encerraba en su habitación hasta que el niño permanecía tranquilo durante cinco
minutos. Aplicó este castigo sólo seis veces la primera semana y la conducta de
Pedro cambió significativamente. Las respuestas positivas a la madre se
incrementaron después de que las conductas exigentes y agresivas fueron
castigadas. Entonces, considera usted que ¿los resultados justifican el método
usado?
Es por esto que decimos que el
castigo funciona y puede usarse para cambiar conductas indeseables. Cuando los
efectos a largo plazo del castigo dan un lugar a algo bueno que no se hubiera
logrado sin él, la persona preocupada por la moral hará aquello que es mejor
para el niño y usará el castigo. Sería inmoral no hacer todo lo posible por
ayudarlo a aprender lo que necesita para vivir libremente en la sociedad.
Es por ello que el castigo no es
inmoral en sí mismo, siempre y cuando no dañe la integridad de las personas.
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